En la Tierra a martes, 16 abril, 2024

Creer sin fronteras

Cuando se trata de creencias, del derecho y la opción a creer en algo más allá de lo que vemos con nuestros ojos físicos, aparecen todo tipo de opciones, recursos y, también, diferencias y hasta conflictos. Como ya hemos dicho en otras ocasiones, la espiritualidad, y más entendida desde la parte de la fe, se encuentra dentro de la casilla de la intimidad de cada persona, lo mismo que ocurre con la sexualidad.

La contrariedad aparece cuando pretendemos formatear las creencias, la fe, dentro de una serie de dogmas en los que se dice lo que “está bien” y lo que “está mal”; donde se nos marca qué es lo que debemos creer, cómo, por qué… También cuando intentamos que los demás piensen y vivan la fe como la vivimos nosotros, tratando de defender e imponer mis propias creencias e invadiendo la libertad de conciencia de los demás. Es aquí donde se empiezan a construir las barreras y se marcan las fronteras.

En una sociedad, cultura y país dónde la religión ha tenido tanta importancia históricamente y dónde aún hemos heredado una serie de creencias que no seré yo quien las juzgue, llegamos a un punto en el que parece que existan fronteras para poder creer, dejar de creer, conciliar y contextualizar la fe dentro del tiempo actual en el que vivimos. Conozco a muchas personas en el colectivo LGTB que han vivido historias de rechazo e incomprensión por el simple hecho de no ser heterosexuales, y han tenido que abandonar las iglesias, amig@s que consideraban como familia, y lo que es peor, hasta han decidido renunciar a su fe porque las religiones existentes no consiguen enmarcar e incluir al ser humano sea cuál sea su orientación sexual. Por suerte, existan excepciones. Pero la idea que me gustaría proponer es la de creer sin fronteras, más allá de la religión, de las creencias preestablecidas y casi plastificadas, inamovibles, incuestionables. Es ahí donde yo creo que nos atascamos y confundimos.

Hablo de creer para crear, darnos el permiso de pensar que hay algo que se escapa de nuestro control pero que juega a nuestro favor y no en nuestra contra. Una fe que nos ayudará a vivir la vida desde la simplicidad y la riqueza, desde la vulnerabilidad y la fuerza. Una fe que nos aporte y no que nos limite o prohíba ser nosotros mism@s y a creer por encima de doctrinas construidas por personas concretas. Una fe que nos permita dudar, crecer, cuestionarnos las cosas, descubrir la intuición, desarrollar nuestros dones, talentos y habilidades. Creer para completar nuestra misión y propósito en la vida. Y no estoy hablando de religión necesariamente, estoy hablando de la humildad de reconocer que existen muchas cosas no somos capaces de entenderlas desde la razón, pero sí desde un corazón que nos invita a confiar: Creer sin fronteras.

Seguiremos Informando…

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