En la Tierra a sábado, 20 abril, 2024

‘Salvados’ habla con presos del franquismo: “Era igual a lo que hemos visto en los campos de concentración alemanes”

Este Salvados Jordi Évole ha conocido de cerca a los presos políticos del franquismo, esclavos que trabajaron gratis para construir las grandes obras del estado durante el régimen franquista. Desde que se creó el Patronato para la redención de penas, la mano de obra fue gratis y se evitaron gastos en construir más cárceles. Sus presos políticos, reconvertidos en esclavos, construyeron aeropuertos, vías férreas, canales, pantanos… Trabajaban de sol a sol y también por la noche en condiciones de hacimiento y con un cuenco de agua al día.

Luis Ortiz fue uno de ellos. Trabajó en el bunker de Euskadi. En su ficha solo pudo leer que decía “hijo de republicano”. “Nos llevaron al campo de concentración de Miranda de Ebro” explicaba, “todos eran presos, no daban ni un céntimo. Dormían con la ropa y sin quitarse el calzado. Diez horas o nueve de trabajo. Al que trabajaba poco le daban con el fusil. Era exactamente lo que hemos visto en los campos de concentración alemanes. Dormíamos en el suelo y había que mear en el plato donde comíamos”, aseguraba.

Luis, de 99 años, continuaba su relato en Salvados hablando del hambre que pasaban: “era horrorosa. En el monte había lagartos, los cazaban y se los comían crudos. También las peladuras de los cerdos. Un perro y un compañero estuvieron luchando por un hueso, el perro le destrozó el brazo”. Luis pedía perdón a los familiares de los presos ya que le obligaban a guardar el dinero del mes y mentía porque su Superior le obligaba para irse de putas “tuve que colaborar para que los presos pasaran más hambre”. Y continuó con recuerdos duros “a los que se fugaban, los fusilaban. También había criba por escarmiento: para que no hubiese fugas diezmaban a la gente”.

Isaías Lafuente: “Es un negocio perfecto. No solo lo que el estado ganaba, también lo que se ahorraba en la construcción de cárceles”

El periodista Isaías Lafuente explica que los presos podían trabajar para organismos oficiales o empresas privadas. Las empresas reclamaban a estos esclavos, a los que se ofrecía según habilidades y otros baremos. Muchos de ellos eran ingenieros, arquitectos o delineantes. “Es un negocio perfecto”, afirma Lafuente, “no solo lo que el estado ganaba, era lo que se ahorraba en la construcción de cárceles”.

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Desde la presa de Pantano del Cenajo, en Murcia, Évole habla en Salvados con el historiador Antonio Martínez Ovejero, que le explicaba por qué a la presa se le llama “la tumba”. Alberga embutidos en el hormigón y el cemento los cuerpos de algunos de los trabajadores que murieron allí. OHL sería hoy en día, la empresa titular histórica de esta obra. Una de las ventajas para las empresas que pedían trabajadores presos, es que la disciplina militar que tenían estos, les hacía no desobedecer órdenes como un trabajador libre, por eso el nivel de siniestralidad laboral era mucho más alto para los presos.

También hablo Évole con Nicolás Sánchez Albornoz, cuya historia inspiró la película Los años bárbaros. Con una condena de seis años “tuvo suerte” y fue a parar al trabajo de oficina. “Teníamos que llenar un menú diario de lo que los presos comían, era un paripé”. En la época de Felipe González concedían una indemnización de un millón de pesetas al que había pasado tres años en la cárcel. “Al decirle al funcionario que me escapé, no tuve derecho a indemnización” revelaba a Jordi.

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Luis he estado 40 años callado. “He tenido que tragar mucha saliva y estar muy calladito” confesaba a Évole en Salvados. “Todavía nadie de la administración ha venido. Es lamentable que nuestros gobiernos no se han atrevido porque pierden votos. Y tengo noticia de que todavía les ocultan información” “La ley de memoria histórica la tienen en un cajón. Han puesto en los libros de texto lo que les ha dado la gana. Es necesario que la gente quiera saber”.

“Me gustaría que el Estado pidiera perdón” decía Luis. “Los esclavos del franquismo estamos viendo que aquello que en su día fue una tragedia, está sirviendo para algo, para que mejore la humanidad. En esta etapa de mi vida soy tremendamente feliz, el hombre más feliz del mundo”. Todos piden que como mínimo, se reconozcan los hechos. y es que en el Valle de los Caídos no hay ni una sola placa. “La reparación moral es lo único que nos queda”.

 

 

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